La vida no quiere que lo coja

Por La Churro desde Chile

Hace ya tiempo les conté mi desliz con un compañero de trabajo. Sí, mal, muy mal. Eso no se debe hacer, pero como soy tan testaruda, porfiada, idiota, pava, etcétera (por no decir awoná), pues cometí el error una segunda vez.

Y así como yo me equivoco tanto, la vida se empeña en darme señales para que no me vaya por el mal camino. Y es de este modo que esa noche me llenó de fails para que no pudiera concretar la coshiná.
Imagen de www.gettyimages.com
Fiesta de despedida de una de mis compañeras: música, comida, risas, alcohol. Entre la gente había un chico al que nunca veo en el trabajo ya que nuestros turnos no coinciden, sólo un par de veces lo había visto al pasar, pero esas miradas ya contenían algo más.


Ahora el ambiente era propicio para que todo sucediera, pudimos conversar un poco y bailamos un par de perreos intensos y bachatas bien sobajeadas donde nuestros labios comenzaron a rozarse. Cuando encuentras un buen compañero de baile cuya pelvis se sincroniza perfectamente con el ritmo de la tuya, presumes que todo lo que viene puede ser igual de bueno.

Ya eramos poco los que quedábamos en la celebración. La anfitriona se fue a acostar y nos dejó a cargo de su casa y un par de habitaciones disponibles para que fueran cayendo los cadáveres víctimas del alcohol y el trasnoche. Sólo quedábamos dos compañeras, él y yo. No lo planeamos pero ambos sabíamos que había que esperar que ellas se acostaran para concretar... y es aquí donde comienza la seguidilla de fails.

Ellas ya casi muriendo deciden irse a acostar. ¡Bien! ¡Ahora sí! Nos acercamos a darnos un apasionado beso, e intempestivamente ellas vuelven y deciden quedarse hasta que amanezca. Entonces, había que seguir esperando y acumulando ganas. Era tanto lo que había que esperar que hasta nos pusimos a aprender a bailar Rock and Roll con tutoriales de internet. Pasando las horas ellas ya por fin decidieron irse a casa. Ahora sí era tiempo.

Él cerró la puerta y se fue velozmente a darme un beso. Entre beso y beso me conducía por el pasillo hasta el baño. Para no hacer ruido y despertar a los ebrios decidí sacarme los tacones. Llegando al baño siento un frío en mis pies... el piso estaba todo mojado y chapoteaba en calcetines. Sólo esperaba que aquello fuera agua y no otra cosa... Hice como si nada y él en un arranque pasional me apoya con fuerza contra la pared, sin darnos cuenta de la barra para posar la toalla. Tengo un largo moretón que traviesa mi espalda de lado a lado. Obviando los calcetines empapados y el dolor de espalda, seguimos en aquello. 

Se baja los pantalones y mis ojitos se iluminaron. Un enorme y perfecto pene. Era como mi regalo de cumpleaños y navidad juntos. Lo quería en ese justo instante. Pero aquel perfecto momento fue interrumpido por un estruendoso ruido. La alarma de su celular sonaba ya que era hora de "levantarse". Buscamos el teléfono entre la ropa rogando que nadie hubiese despertado con el ruido. Pasado el lapsus era hora del condón. Él sacó uno de su billetera, pero al intentar ponerlo, su pene era tan grande que no le quedaba. Aquel pene no me lo iba a perder por nada, así que a la fuerza se lo puse. Lo senté donde el wc y me monté sobre él, pero la cosa era tan chica que el pobre se estrangulaba y así como perdía irrigación, perdía la erección. Había que buscar otro profiláctico.

Cuando me paro para aquello, escucho que alguien intenta abrir la puerta del baño. Allí entré en pánico, ninguna de mis compañeras podía verme en aquello. Guardamos silencio y sentí que los pasos por fin se alejaban hacia la puerta de salida. Había que salir de aquel baño, pero antes, debía eliminar las evidencias. ¡Pero el condón no aparecía! Dimos vuelta todo aquel baño para intentar encontrarlo, hasta que por fin lo hayamos dentro de la ducha. Ni idea como llegó allí.

Nos dirigimos al living entre toqueteos y besos, cuando la compañera que se había ido decide volver. Algo se le había quedado. Allí ambos tratando de disimular los jadeos y las mejillas rojas. Nuevamente se retiró y esta vez corroboramos que la puerta estuviera bien cerrada. Nos tiramos en el sillón a jugar con las manitas traviesas, cuando nuevamente nos interrumpe el sonido de un teléfono. Esta vez era la alarma de una compañera que había dejado su celular en la sala. Tratamos de apagarlo, pero la modernidad nos superó, así que a la antigua, quisimos sacarle la batería, pero era de aquellos modernos a los que no se la puedes quitar. Hundimos el teléfono entre los cojines para que nadie despertara hasta que la tediosa cancioncita dejó de sonar y pudimos volver a lo nuestro.

Su mano ya hacía travesuras por debajo de mi ropa cuando escucho otro ruido. La hija de la dueña de casa se había levantado al baño. Allí no nos quedó más que hacernos los dormidos. Esperando a que la chica saliera del baño, nos quedamos dormidos de verdad. Desperté cuando ella volvía al dormitorio. Ya había sido demasiado esperar, debía tener a ese pene ahora. Pensé que mientras la niña se alistaba para ir al colegio tendríamos algunos minutos, entonces mientras mi macho alpha aún dormía, corro hasta mi cartera para ver si tenía algún condón XL y sorprenderlo. Pero mientras hurgo en mi cartera, me sorprende nuestra anfitriona "¡Oh! ¡Ya te levantaste! ¿Te vas? Te acompaño hasta el Metro". No me quedó más que fingir que esa era mi intensión e irme resignada hasta mi casa.

Que mis compañeras no nos dejaban solos, los calcetines mojados, el golpe en la espalda, alarma del celular, condón chico, pene estrangulado, sorprendidos en el baño, condón perdido, nuevamente sorprendidos, otra alarma, la niña camino al baño, quedarnos dormidos, sorprendida por la anfitriona... muchas señales, demasiadas pruebas de que esa noche de sexo no debía suceder, porque la vida es sabia y del cielo te manda limones.

Aunque en estricto rigor, mientras estábamos encerrados en el baño, me lo alcanzó a meter como 10 segundos... ¿eso cuenta como que le gané a la vida? Parece que mejor, aprendo a hacer limonada.





CONVERSATION

1 ya son Blogger@s:

  1. Wuuuua una seria de eventos desafortunados, yo creo que era el destino.

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