Comer, Caminar, Amar

Vengo llegando de mi travesía por Europa; casi un mes paseando por las ciudades y lugares que siempre quise conocer, y un montón de aviones, trenes, metro, hoteles, paisajes, culturas y fotos, muuchas fotos.

En cada lugar que me detenía a mirar alucinaba con tener mi pc y ponerme a escribir esta columna. Me imaginaba escribiendo: "sintiéndome Jane Austen desde los jardines de Versalles o creyéndome Julia Roberts en el barrio de Notting Hill", pero solamente hoy tengo el tiempo y la tranquilidad para contarles.


Tal como les conmenté en un post anterior "Carta de amor y despedida", este año serían mis vacaciones soñadas, las que por tanto tiempo pospuse pero que este año dije: es ahora o nunca, y así fue. En mi país, los días antes de viajar tuve que aguantar todos los (en algunos casos con unas caras de "pobrecita ella"): ¿viajaras sola?, ¿no te da miedo?, ¿no tuviste quien te acompañara?, y cada vez tuve que justificar que no fue una opción sino mi decisión, que justamente era lo que yo quería; estando allá me di cuenta de que no me equivoqué.

Comer: disfruté de cada cosa que quise comer; lo típico: baggets gigantes, macarrones y crepes con nutela en París, pastas, pizzas y helados por montón en Roma, fisdh and ships y cidra en Londres, chocolate caliente con churros e irme de tapas en Madrid. Comía cuando sentía hambre y si quería sentarme en un restorant por una hora a disfrutar algo lo hacía; si quería comer un sandwich sentada en un parque lo hacía también y si sentía que no tenía tiempo para detenerme y decidía comer mientras iba en el metro me daba lo mismo; no tenía a nadie al lado para que me estuviera apurando o que me cuestionara el precio de algo (porque pucha que hay cosas caras) o me dijera que no le gustaba X lugar. Me encanta comer cosas ricas y probar cosas nuevas, soy fans del helado y los chocolates así es que disfruté cada cosa que comí, no me importó el precio ni pensar cuántas calorías podía tener cada una de las cosas, si volvía con unos kilos demás sería un detalle, acá me preocuparía de perderlos, no dejé de comer ni tomar nada de lo que quise.

Caminar: traté de caminar lo más que pude, no para compensar lo mucho que comí (que finalmente me sirvió porque no subí ni un sólo gramo), sino para conocer cada rincón de donde estuviera. El metro lo dejé sólo para distancias demasiado largas, el resto del tiempo caminé, anduve en patines y en bicicleta. Mi maleta estaba llena de ropa deportiva y zapatillas porque sabía que no iría a pasearme de tacos y ropa fashion, tenía claro que mi idea era recorrer lo más cómoda posible y que un par de zapatos bonitos pero dolorosos (para la foto) no eran la opción. Lo entretenido era que aparte de las orientales (que mujeres más top y producidas), casi todo el mundo andaba igual. En los casos de las mujeres que se notaba que andaban con ropa de trabajo (traje de dos piezas o uniforme corporativo) todas tenían zapatillas de running puestas, así es que sin quererlo anduve a la moda todo el tiempo.

Amar: sí, amé, pero no a un hombre como la mayoría de la gente y mis amigas esperaban; todas querían que llegara con la historia de que tuve un amor en cada país, de que les contara como amaban los franceses o los italianos, de que les contara mis historias XXX en Europa, pero no. Conocí mucha gente, me reí, conocí sus historias, me tomé un par de tragos con ellos, baile, me tomé fotografías pero no andaba buscando eso, buscaba cumplir mi sueño desde los 20 años... así que que amé, pero otras cosas. Amé el momento en que llegué al aeropuerto de París, cuando me di cuenta de que me podía desenvolver sin problemas en países tan distintos al mio, amé cuando estuve parada por primera vez en frente de la torre Eiffel, cuando patiné por la orilla del Senna, cuando estuve en esos jardines de laberinto como en las películas de Jane Austen; amé cuando llegué a la librería de la película Notting Hill, cuando compraba un helado y me sentaba en una plaza a tomármelo mientras escuchaba el acento italiano por todos lados, cuando me acosté en la arena de una playa paradisíaca a no hacer nada.

Ahora estoy aquí, de vuelta a la realidad, pero como dicen por ahí "lo comido y lo bailado no me lo quita nadie". Llena de historias, nuevas experiencias y creo que un poquito distinta, más allá del bronceado o mi supuesta delgadez (según mis compañeras de trabajo), hay un cambio interior. Es decir, una vez más: si se quiere se puede y París no está tan lejos ni es imposible. 





CONVERSATION

1 ya son Blogger@s:

  1. Que soñado el viaje, siempre he querido vivir una experiencia como esa pero para eso primero tengo que juntar lucas y eso aun no me es posible, ya vendrán tiempos mejores creo yo, mientras tanto soñar es gratis :)
    Saludos!

    http://somoschicasmimadas.blogspot.com/

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