¿Creer o no creer? Mi dilema

Por Lulai Leo desde Argentina

Soy católica y creo en Dios, pero a veces tengo dudas como también tengo dudas sobre otras cosas en las que también creo, por ejemplo si escribir es realmente para mí…


Cuando era pequeña la religión era un dogma para mí, si mi papá lo decía era porque era así. De pronto crecí y todo aquello en lo que confiaba fervientemente se desmoronó con la llegada de mi pubertad; desde el momento en que me di cuenta de que nosotros podemos creer en lo que queramos, me alejé de Dios, no fui más a misa, dejé de rezar salvo para comer y de pronto ya solo lo recordaba cuando lo mencionaban en el colegio.

La catequesis antes de la comunión fue una obligación y no tengo muchos recuerdos acerca de ello. Sí recuerdo mi primera comunión, mi vestido blanco que me hizo mi tía, la torta amarilla. No estuve rodeada de gente, mi familia está en su mayor parte a mil doscientos quilómetros de donde vivo, pero sí recuerdo que me quedé con el vestido a mi alrededor y me sentí una princesa.

Mi confirmación fue diferente, yo decidí ir, yo fui quien dijo que quería volver a Dios.  Todo marcho bien, creo recordar que me sentía a gusto en cada encuentro. Pero después confirmarme creo que me olvidé de Dios otra vez un poco…

Cuando entré a cuarto año, mi papá decidió fundar un grupo juvenil en el colegio donde él trabaja y me invitó a participar. Asentí desesperadamente, en aquel entonces mi vida era bastante distinta de ahora, yo no tenía casi amigos y me sentía realmente muy sola. Vi en el grupo la posibilidad de encontrar más gente de mi edad que me comprendiera.

Durante el primer encuentro de lo que se llama Mallín, éramos bastantes, pero ya para el tercero habíamos pasado a ser solo cinco. Cuatro varones, a cuales tres conocía desde la primaria, y yo. Dios, Darse y Distinción son las bases del grupo, de esa forma volvía Dios otra vez. Y pueden pensar que fue porque mi papá lo dijo, pero se que si yo hubiera querido dejar el grupo, él no hubiera dicho nada. Pero me sentía cómoda, necesitada y feliz. Lo sentí así los dos años que formé parte del grupo.

Ahora estoy en la universidad y aunque sigo cerca de Dios, voy seguido a misa y rezo, ya no puedo participar de Mallín, pues me cambié de ciudad y mis horarios no me coinciden como para llegar cada viernes a las reuniones.

Si Dios, existe… No, ¿que digo?, para mí Dios existe, porque me dio una familia que me ama y a la que amo por sobre todas las cosas: con mi mamá no hay secretos y puedo confiar plenamente en ella; papá es mi modelo, mi confort y el que tiene la palabra justa para hacerme sonreí y seguir; mi hermano, que jamás me abandona y siempre, a pesar de ser el menor ha sido mi soporte, mi pilar y mi sonrisa; mis abuelos, que aunque lejos, los siento cerca, calentitos en mi corazón; y mucha gente más que forma mi familia. Además me ha dado una amiga, no diré ejemplar porque muchas veces deja mucho que desear, pero me quiere y de eso estoy segura. Dios me otorgó una vida, fácil con algunos altibajos pero relativamente tranquila.

Estoy agradecida por todo, jamás me he quejado con Él de mi vida… Aún así, hay cosas que todavía deseo para ella y no sé si es muy egoísta de mi parte pedir más, pero sé que si lo merezco todo llegará a su tiempo.





CONVERSATION

2 ya son Blogger@s:

  1. Sí, todos enfrentamos ese dilema, en todos los niveles. Me parece que me gusta como lo manejas, tomándote tu tiempo para pensar en ello, pero sin tener miedo a creer. A menudo la gente se va a uno de los dos extremos.

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  2. en lo personal, creer o no creer es tan personal que en la medida que lo hacemos colectivo difícilmente llegaremos a estar seguro de nuestras creencias. Yo no creo en las iglesias ya que, según yo, se crean por la mano del hombre y hay mucho del hombre en ellas. Cosas que no me gustan. Creo más en la libertad de encontrar esa paz interior y lo espiritual en cualquier lugar y desde el interior de tu ser. Creo en el bien y el mal y en unas cuantas cosas más que se podrían llamar Dios, pero no creo en lo que el hombre ha construido por el afán de creer o por sus creencias, por ejemplo la iglesia o la adoración de símbolos e imágenes, entre otros.

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