El otro lado de las cosas

Por Maru desde Colombia
¿A qué sabe el amor cuando está muriendo?; ¿a qué sabe tu ausencia esas noches que duermes fuera y vigilo el firmamento para evadir lo terrenal?




- Pendeja, el amor no es un sabor.

- ¿Crees que debo cambiarlo?

- Juega a decirlo de otra forma.

- No me ayudas, tienes que ser más específica. Dame ejemplos.

- ¡Pregúntale al cabrón si aún te quiere!

- ¿Tú crees?; no quiero empezar siendo tan directa. Ya sabes, es mejor darle la vuelta, exponer argumentos y luego dejar la incógnita.

- ¡Yo que tú lo mando a la mierda y se acabó! No sueñes, deja de adornar las cosas. No le des la vuelta a nada, pídele que sea claro.

- Prefiero seguir con mis motivos, ¿me ayudas?

- Sí, no hay remedio, pero no te pongas muy romántica.
El amor agonizante, ¿tiene algún olor?; ¿huele a ausencia entre las sábanas tibias bien temprano en la mañana, a descompuesto o a cosa fofa que se quedó olvidada en el armario?; ¿puede palparse el amor cuando se está yendo?; ¿deja algún rastro a seguir o se parece al algodón de azúcar que compramos los domingos en el parque?; ¿se diluirá al tacto, manchándome las manos, los dientes y la lengua?
- ¿Vas a seguir con la idea de darle sabor, color y textura al sentimiento?

- ¿Piensas que es inadecuado?

- No me gusta, es insulso. Lo que has escrito te muestra llena de dudas e indecisiones. Recuerda, él te puso los cachos. Necesitas mostrarte indignada, dolida, no lastimera ni melancólica. ¿Te interesa volver con él o permanecer en casa esperando que recuerde que se olvidó de ti?; si vas a darle forma al amor, tampoco lo veas como una autopista con semáforos. Para él se activa la ola verde, y a ti se te pone en naranja. ¿Lo vas a perdonar?

- Siento que esta vez no puedo.

- Ese es el dolor que debes mantener vivo al momento de cerrar la puerta de la casa. ¡Hazlo palabras!; exactamente, ¿qué quieres decirle?

- Tengo dificultades para expresarlo, y más en papel.

- Piensa, mientras preparo café. ¿Tienes galletas?

- Sí, busca en la alacena. Úntale queso crema a las mías, por favor.
He ido a buscarme a los rincones de la casa donde me dejaste olvidada. Me apetece hacer tan poco. En la cocina, el lavaplatos rebosa. La estufa conserva restos de la última cena. Se ha instalado un olor a grasa y podredumbre. En la alcoba la cama lleva días sin hacer. En un gesto de rebeldía desterritorialicé mi lecho, y me he sentido a gusto. Recogí los recuerdos que se caían del techo y los guardé en la nevera. Tomé posesión de mi cuerpo. Se me dificultaba caminar sin tu mirada. También recuperé mis manos, vagabundas trémulas por tus formas deseadas. Inventarié mis afectos y descarte las emociones repetidas o deterioradas. Llevo en la maleta: tres sueños, dos camisas y un par de medias para las noches frías, que por ahora bastan.
- Has logrado escribir algo distinto.

- Sí.

- Déjame leer… ¡Está perfecto! Borra todo lo anterior y saca en limpio esta parte. Si quieres quedarte a escuchar su arenga de mentiras, allá tú. Si te interesa mi opinión, te sugiero transcribir esta carta o nota, o como prefieras llamarla, hacia esos papelitos de colores que tanto te gustan. Si te hace feliz, le pones los adornos, la perfumas, aunque no tiene sentido que llenes de olor una carta para un tipo que te es infiel. Pero ya que eres imposible con eso, déjasela sobre la mesita de noche, empacas tus cosas y te largas. ¡No le des tiempo de reaccionar!

¿Comemos?

- Sí.





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